Albaida tiene 35 años, pronto cumplirá los 36. Su aspecto es el de una mujer más joven. Cada vez más de una edad indefinida. Se puede decir que es escritora, aunque lleva un tiempo sin escribir nada. Tiene dos novelas paradas, novelas para jóvenes, una de fantasía y otra de ciencia ficción, aunque ambos temas tienen, sobre todo, magia.
Albaida quiere escribir su autobiografía, pero le cuesta, porque en ella habitan muchas personas diferentes, cada una con su propia historia. A menudo cuenta los años que ha tardado en hacer cada cosa, los años que ha vivido en cada ciudad, y no le salen las cuentas. De alguna forma, en cada una de las mujeres que la habitan, existen miles de acontecimientos que no han podido convivir en el tiempo. Y, sin embargo, lo han hecho.
Cuando su mejor amiga le dijo que iba a empezar un blog, Albaida decidió que ya era hora de intentarlo. Intentar poner en palabras lo que tanto le ha tocado vivir.
Cuando era niña los cuentos desaparecían, así que en algún momento decidió que si vivía esos cuentos, si trazaba en su memoria cada una de las historias, viviéndolas con la suficiente intensidad, no podrían desaparecer, ya que estarían grabados con su sangre. Ahora ha llegado el momento de contarlos, porque ya nadie puede arrebatárselos. Ya no.
Albaida ha tenido muchos nombres antes de ahora, pero quiere uno nuevo. Un nombre que pueda expresar lo que quiere contar. Mira a su alrededor, en el despacho de su piso alquilado hace sólo un par de meses. En la pared hay dos pósters, un mapa comercial y un dibujo. Los dos de Córdoba.
Córdoba, piensa, ese será mi nombre.
Y abre el blog, y escribe que quiere escribir, y se da cuenta de que no puede contar de forma lineal lo que ha ocurrido en tiempos simultáneos. Cada historia se cruza con las demás, pero tienen lineas diversas. Y busca en Google los barrios de Córdoba, y elige doce nombres. Doce nombres femeninos para doce historias. Doce barrios para una sola ciudad en la que Albaida, lo sabe bien, se ha convertido hace mucho tiempo. Algo tan sólido que no se puede perder. Sólo hacen falta ganas de perderse en sus calles para conocerla.
Bienvenida seas, tú que lees.
Hola Cordoba, me identifico plenamente con Albaida, ya que todos los que caminamos, (no transitamos) por los caminos de la vida, en ese caminar a lo largo del espacio, tiempo, lugar y sentir, nos impregnamos de lo que nos rodea y de los que nos rodean, ello marca nuestra identidad como YO individual y al tiempo nos forma interiormente entrecruzando estos senderos, experiencias y sensaciones.
ResponderEliminarGracias Cordoba por escribir y permitir que otros como yo tambien a travás de tus palabras puedan echar la vista hacia atrás y hacia el interior y descubrir de cuantas identidades esta compuesto nuestro entramado de vida.
Un saludo
Antes ser un ser humano excepcional suponía ser sólo una cosa, y ser muy bueno en esa cosa. El héroe era aquel que lo sacrificaba todo por una sóla identidad. Eso empobrece. Aceptar los múltiples niveles, aunque no lleguen a ser algo excepcional, implica una ecología más equilibrada y plena. Quizá si aprendemos a convivir con los aspectos de nosotros mismos, si cuidamos las partes más pobres de nuestra personalidad, el espejo que es el mundo y al que reflejamos también cuide de los que ahora no tienen nada.
ResponderEliminar(Noreña)
Gracias por leerme. XD